viernes, 15 de febrero de 2013

Hijos de Caín (Barón Rojo)


Tengo la piel de gallina y no es para menos. A todos los que en algún momento de nuestra vida hemos escuchado el rock duro curtido en España, no podemos evitar esta reacción al poner esta canción.

Dice Lemmy Kilmister (cantante y bajista de Mötörhead), que la música que escuchas de los 15 a los 20 años te marca para toda la vida. Luego podrán venir otros estilos y otras músicas que se incorporan a la banda sonora de tu vida. Sí. Pero parte de ese salvavidas que te ha mantenido a flote en tiempos tan turbulentos, es éste: tu música. Y estoy de acuerdo. ¡Cuántas veces nos habremos refugiado en la letra de esta canción!  Cuando las cosas en el instituto iban mal, cuando te diste cuenta de que esta sociedad es pura hipocresía, cuando, sencillamente, te encontrabas perdido. Sin saber que dirección tomar. Náufrago en un mundo (mundo = familia) al que tus sueños le importan un bledo. Y, de repente, suenan canciones como ésta. Y la luz se hace. Te socorre. Se convierte en uno de los faros que te impide estrellarte contra los acantilados, que te resquebrajes en mitad de la noche, que mueras en el intento de llegar a buen puerto.

Todo esto que ahora, con otras edades y otros problemas, hemos ido olvidando y relegando a un segundo y a un tercer plano, ha estado ahí. Latente. Y con la perspectiva de los años, al seguir disfrutando de esta magnífica canción, no sólo vuelven los recuerdos ( el barrio, los colegas, el instituto, los bares, los primeros reveses sentimentales, etc...). También vuelve a encenderse ese faro que parece que ya no necesitamos y que sin embargo, aparece de repente y nos recuerda de donde venimos. Para no perder esa guía. 

El Barón sigue vivo, resistiendo y dando caña.

¡¡Larga vida al rock and roll! ¡¡Larga vida a Barón Rojo!!


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